martes, 30 de diciembre de 2014

PASEOS EN LA NATURALEZA CERCANA (3)


Rutas contadas en Radio Adaja:

PROPUESTAS PARA DICIEMBRE:

- CORTADOS ROJOS DEL ADAJA:



 
Enlace a Radio Adaja:
http://www.radioadaja.es/fonoteca/2014-12-02/los-cortados-rojos-del-adaja

 

- LAGUNA REDONDA Y LAVAJO DE ORTIGOSA:
Enlace a Radio Adaja:

 

- LA FUENTE DE LOS LOBOS:
Enlace a Radio Adaja:

 

- PEÑA MINGUBELA Y CAMPO AZÁLVARO:
 
Enlace a Radio Adaja:

 

- RIBERAS DEL ADAJA Y AREVALILLO:

viernes, 19 de diciembre de 2014

H C, no H P


Dicen desde Sanidad que no se pueden gastar 60.000 euros por cada enfermo de Hepatitis C para administrarle el fármaco que les sana.

Veamos:

- En el rescate bancario se han gastado 100.000.000.000€ (Cien mil millones de euros)
Enlace a bancos:
http://www.elconfidencial.com/empresas/2014-03-30/cinco-anos-y-100-000-millones-despues-historia-del-rescate-de-la-banca-espanola_109053/

- A la empresa privada ACS de Florentino Pérez la van a pagar 1.350.000.000€ (mil trescientos cincuenta millones de euros) por un negocio fallido en el almacén de gas CASTOR.
Enlace a Gas:
http://www.eldiario.es/economia/Castor-indemnizacion-millones-pagara-consumidor_0_309719554.html

- A una de cada tres autopistas privadas, por negocio deficitario, las van pagar la mitad de la deuda unos 1.800.000.000€ (mil ochocientos millones de euros)
Enlace a Autopistas:

Solo estas tres "ayuditas" suman 103.150.000.000€ (ciento tres mil ciento cincuenta millones de euros).
Si esta cifra la dividimos por 60.000€ que cuesta cada tratamiento nos da la cifra de 1.719.167 enfermos de hepatitis C que podrían recibir el tratamiento (un millón setecientas diecinueve mil ciento sesenta y siete personas, que no gas, que no banco, que no asfalto).
Estamos hablando de vidas humanas, de personas con una historia, una familia, miles de tragedias individuales al ver que tienen al alcance de la mano la salvación pero el abusivo precio puesto por las farmacéuticas y decisiones políticas desacertadas pueden producirles la muerte.
Si una decisión política provoca la muerte de varios miles de personas, pudiéndose evitar, ¿se podría considerar asesinato?. 
 
 

jueves, 18 de diciembre de 2014

SI TE DICEN QUE ME VAYA


CÉSAR Y CANDELITAS. Foto: Luis J. Martín

Si te dicen que me vaya,
déjame que me entretenga
si me dices que me vaya.
Piensa en que jamás me olvidas
y que me recuerdas siempre
si tu memoria te falla
y te dice que me vaya.
Los olmos de los recuerdos
de los patios y las tapias
desaparecieron todos,
que tu mano en la camilla
con venas como sus ramas
recuerde aquellas caricias
que me hacías si lloraba
y luego con una sonrisa
desvanecías el miedo,
no había rabia canalla.
Que no se haga de noche
en tu cabeza escarchada
y los ecos de tus besos
sean la letra de mis gracias
si tu memoria me olvida
y te dice que me vaya.
Si en el día claro y limpio
o en la tarde oscura y larga,
aunque me tengas delante,
no llegas a ver mi cara,
volveré a contarte todo
siempre que a ti te haga falta
si tus recuerdos se marchan
y te dicen que me vaya.
Cuando no me reconozcas,
si tu memoria me olvida
y te dice que me vaya,
déjame que me despida
para decir que te quiero
para escuchar que me amas,
si te dicen que me vaya.



A mi madre.

Arévalo, febrero de 2014.

Luis José Martín García-Sancho. 

Poema publicado en en nº 61 de La Llanura de Arévalo en junio de 2014
Candelas García-Sancho con Ana y su nieto David en la sillita, con un gran Olmo centenario al fondo en amarillo otoñal. Foto tomada en noviembre de 1986.

viernes, 12 de diciembre de 2014

SALIDA 207


 Luis José Martín García-Sancho
 
Aminoro un poco, hasta que el velocímetro se pone a 110.
Esta área de servicio me pilla a mitad de camino. En un par de horas estaré en casa, así que es el sitio ideal para hacer una parada. Doy el intermitente de la derecha y reduzco a cuarta en el carril de deceleración. Me dirijo a la cafetería. Hay muchos aparcamientos libres, aminoro hasta segunda y, cuando me dispongo a aparcar en batería, un coche que viene de la gasolinera se cuela bruscamente en el sitio que ya había elegido. Tengo que frenar en seco para no colisionar.
Me dispongo a pitar pero pienso que no merece la pena, ha sido un día duro, lo único que quiero es mear, tomar un café, estirar un rato las piernas y llegar a casa cuanto antes. Aparco justo delante de la puerta, desciendo y cierro mientras subo la rampa de la entrada. Coincido con un grupo de personas que salen, me aparto para que pasen y me encamino directamente a los servicios.
Un hombre de mediana edad se seca las manos. Doy las buenas tardes, no obtengo respuesta. Me dirijo a los urinarios y me pongo a mear. Cuando estoy en ello, el aire deja de salir por la tobera y el hombre se va. Cuando me la estoy escurriendo la luz se apaga. Mis ojos tardan un rato en acostumbrarse a la penumbra. Voy despacio hacia los lavabos pero nada, la luz no se enciende, muevo los brazos como saludando a un fantasma, la luz sigue apagada. Me lavo a oscuras y me refresco el rostro con las manos húmedas. Cuando me estoy secando entran un padre y un hijo, la luz se enciende automáticamente. Me quedo mirando el sensor con extrañeza y salgo.
Pido un café con leche en la barra, insisto en que la leche esté templada. El camarero parece asentir pero mira hacia la máquina tragaperras. Me giro un instante, una mujer parece regañar al camarero. Me entretengo un rato mirando una vitrina con llaveros. Cuando vuelvo a la barra encuentro un café humeante, voy a protestar pero el camarero sigue intentando dialogar con la mujer de la máquina tragaperras. Echo un poco de azúcar, tan solo unos granos, doblo el sobre y lo dejo en el plato, agito enérgicamente con la cucharilla, soplo un rato y comienzo a beber a pequeños sorbos.
Una pareja joven se acerca a la barra piden un café con leche y un descafeinado de máquina con leche templada. El camarero deja al instante lo que está haciendo para preparar los cafés. Veo perfectamente como añade un poco de leche fría a la jarra de leche caliente. Los pone con cuidado sobre la barra al lado de la pareja recién llegada.
Acabo el café y pregunto qué se debe. Nada, ni caso, el camarero sigue discutiendo con la mujer de la tragaperras. Insisto sin resultado. Espero un momento intentando no perder la paciencia. En ese instante la pareja pide la cuenta, el camarero se acerca inmediatamente sonriente y dice: “Dos veinte, por favor”, mientras deposita el recibo en la barra. Me quedo mirándole con signos evidentes de enfado. “¿Me cobra, por favor?”. Grito una vez más casi delante de su cara. Pero retoma la discusión con la de la tragaperras.
Iba a dejar un euro con diez en la barra, pero pienso: “Que le den por culo”, y me marcho sin pagar. Antes de llegar a la puerta me giro. Veo a la mujer de la tragaperras agitando la cucharilla en la taza que yo acabo de beber, lo sé por el sobre de azúcar que he dejado doblado en el plato. Me acerco a la puerta pero no se abre, casi me estrello contra el cristal. Retrocedo y vuelvo a intentarlo, nada. Después de realizar el tercer intento, la pareja que ha estado en la barra se aproxima y la puerta se abre automáticamente. Salgo deprisa sin entender nada.
Subo al coche y, como de costumbre, llamo a casa.

- Dígame -contesta Sonia al otro lado.
- Hola cariño –respondo muy contento-, en un par de horas estoy allí. Estoy deseando llegar. Ha sido un día duro y extraño. Ya te contaré.

Un largo silencio me incomoda.

- ¿Cariño? –repito-, ¿estás ahí?
- No tiene gracia –oigo por fin a Sonia enfadada- ¡Richar, ponte un momento!

Por un instante escucho a Sonia hablar con alguien.

- Pero Sonia –insito-, si yo soy Richar.
- No sé quién eres tú –dice una tercera persona- pero te aseguro que Richar soy yo.

Cuelgo estupefacto. En la voz que he escuchado me reconozco a mí mismo.
Entonces, ¿quién soy yo?

Arévalo, a 11 de diciembre de 2014.